29/6/15

Me gustan los hombres del Este que compran esas latas de cerveza tan altas en la tienda de la estación. Es su premio por haber acabado la jornada. Caminan por el pasillo del vagón hablando en un idioma que no conozco, a gritos, riendo fuerte, bromeando y empujándose como adolescentes. Después se sientan y se quedan callados. Beben y miran cómo pasa todo. Diría que buscan algo: una casa como la que tenían de pequeños, el color del cielo que les vio crecer, no sé, un dragón de comic que estuviera escondido en el horizonte y que de pronto se dirigiera a ellos para mostrarles el camino de vuelta con la punta de sus alas. No me lo han dicho pero, ¿qué hombre no ha imaginado nunca algo así? Es lo que yo buscaría si fuera uno de esos que compran latas de cerveza tan altas en estaciones de tren cuyos nombres no les dicen nada.

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