7/4/15

Pienso en Bukowski y en lo mucho que me gustaba a los veinte años. Pasado el tiempo sólo le pondría un pero, y entiendo que no fue culpa suya: tuvo demasiados hijos. Ahora vagan por cada provincia del mundo como fotocopias malas, buscando su momento, su barra de bar, su pelea eterna con el mundo, su soledad franquiciada que exhiben con la mezcla exacta de orgullo y tristeza que dejó prescrita el maestro. Fue a la vez escritor y personaje. Es como si el Quijote se hubiese escrito a sí mismo sin Cervantes y se hubiese dedicado a contar sus aventuras en todas las tabernas de Castilla, una y otra vez: cuando lo de los molinos, cuando le mantearon, cuando los pellejos de vino. El escritor leyenda. Muerto el padre, el mundo se sembró de hijos, Tom Sawyers de todas las razas y tamaños, huérfanos que no admiten que lo son y le invocan en cada página en blanco. El escritor más fácil de imitar moral y formalmente. Líbranos, Padre, de la tentación. Amén.

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