15/3/15

Últimamente me despierto a eso de las cinco y ya no me puedo dormir. Miro por la ventana: aún no ha amanecido. A esas horas desearía que el reloj fuese más rápido, quizá por la creencia infantil de que la mañana se lleva todo lo malo, borra la pizarra y te dice: otro día. Pero ni el reloj ni la mano borradora se dan prisa. Estarán tan desorientados como yo en la cama, intentando cerrar los ojos para que la cabeza no me lleve a su rincón. ¿Por qué lo hace? Parece que tenga especial interés en convocarme a una convención de toda la gente que se aprovechó de mí o que me utilizó o simplemente jugó conmigo y ganó. Todos se pelean por coger el micrófono y recordarme los detalles. Yo, mientras, me limito a volver a escuchar sus tristes relatos. Y os puedo asegurar que allí no hay literatura ni parece necesitarla nadie. Una parte de mí está en mi contra. Pensar que a otros también les pasa no me consuela, sólo aumenta la tristeza genérica por esos que nacen con un enemigo dentro que les despierta a medianoche.

No hay comentarios :