23/3/15

Recuerdo un libro de Walter Scott que tenía las páginas muy gruesas. A la hora de la siesta, en esos veranos que ya no puedo asegurar que existieran, lo leía en el suelo del salón mientras los demás dormían. No sé de qué Cruzada trataba, pero sí sé que era de una de ellas. Me daba miedo una ilustración que mostraba a un caballero cristiano con el filo de su espada en el aire y ya a punto de entrar en la carne de un sarraceno que le miraba con ojos inyectados en sangre. Ahora asisto, como todos, a los actos de terrorismo yihadista que tristemente parecen estar de moda y pienso si también la gran cultura occidental encendió ese fuego durante siglos, favoreciendo con su odio institucional que todo esto sucediera. De pequeños se nos hace entrega de una plantilla moral para que juzguemos a los que nos rodean. La que nos dieron en Europa resultó estar trucada, ser falsa e ignominiosa, empapada de mucha sangre inocente y bendecida por la religión católica. Si la vida fuese más larga y encontrásemos algo de tiempo para la reflexión, convendría reescribirlo todo de nuevo y encargar nuevas ilustraciones en las que los niños del mundo que viene no vean ese odio tan enfático en ningún ojo.

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