30/3/15

¿Por qué esa necesidad de que las cosas no sean lo que parecen? Miraba hace un rato el cielo y me faltó tiempo para imaginar a un niño que se muestra feliz con una camiseta nueva que le acaban de regalar. Todo por el triángulo de azul que veía desde mi butaca. Pensé que el cielo tenía hoy un color inspirado, quizá el anticipo enigmático de una noticia que quería compartir con los de aquí abajo; pero esa formulación no me dejó contento: tenía que recurrir a mi manía infantil de personificarlo todo. Necesitaba un cielo que se comportase como un niño que estrena camiseta y corre hacia sus padres en busca de aprobación. Reducir la gran bóveda celeste, ese espacio desconcertante y abstracto, a una imagen de andar por casa me hace pensar en el gusto que hemos desarrollado históricamente por los combates desiguales. Necesitamos que, de vez en cuando, David derrote a Goliat, aunque no sea cierto y a pesar de lo ridículo de tirarle piedras al cielo. De lo contrario nos parecería vivir en una tierra extraña con un sistema métrico diseñado en nuestra contra. Después de que el niño que estrenaba camiseta desapareciera corriendo, me quedé solo en una nave romana cuya vela era el toldo hinchándose despacio con el viento. No tengo arreglo.

No hay comentarios :