30/3/15

El alma practica una gastronomía espantosa, Teresa, por mucho que dijeras que Dios estaba entre los pucheros y le vieras pequeñito sobre el corte longitudinal de las zanahorias o como náufrago en compañía de gajos de cebolla flotando en el agua. Llegamos al mundo extracapacitados para una trascendencia que luego no cabe en casa. Quizá la mística sea un escape, una falsa modestia llevada al paroxismo con la que darse la vuelta como un calcetín. En ese otro lado buscamos pruebas de una vegetación concluyente que hable de la existencia de alguien que nos pensó. Tus manos acariciaban esos vegetales como yo no sabría. Seguro que tus dedos robaban el color con sólo tocarlos, practicando una cromofagia para la que la Iglesia de tu época no estaba preparada. Nos dejaste la única definición de mística que somos capaces de comprender: sanear la realidad hasta el punto de separarla del mundo, pero sin la tristeza del que arranca una flor y descubre que tiene un cadáver en la mano.

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