13/2/15

Me gusta no conducir, ir a tu lado y a veces imaginar que estamos en Inglaterra y que en ese momento yo sería el de las manos en el volante y tú la que me mirarías. De vez en cuando leo noticias que hablan de coches autoconducibles. Me gusta que especulen con eso. Creo que todos deberíamos hacerlo más: lanzar los dados al aire sin dar explicaciones y jugar a lo que vendrá y a quiénes seremos cuando todo eso pase. Será como ir en un banco del parque que avanza entre el paisaje. Tú y yo sentados, fumando, viendo venir y marcharse las cosas, ¿de qué me suena eso?, como cuando volvemos anocheciendo de comprar algo y las naves blancas con sus nombres luminosos se quedan mirándonos a los lados de la carretera con aspecto de haber sido aplastadas por una demostración extra de la fuerza de la gravedad, rabiosas por no tener un lenguaje emocional como el nuestro y sólo listas de precios y frases hechas y fotografías deleznables de otras personas a las que pagaron por sonreír. Este mundo es asqueroso, pero cuando voy en coche contigo tengo la sensación de que alguien en algún sitio envidia nuestra fragilidad.

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