2/2/15

Junto al radiador, a media novela, observando en los cristales del edificio de enfrente un reflejo que no parece de este mundo. Nuria y las niñas han hecho muffins y la casa huele a chocolate y a mantequilla caliente. Vuelvo a levantar la vista hacia las ventanas y ya ha desaparecido esa luz de otro planeta. Qué poco dura todo. Cierro los ojos y tiemblo pensando en el día que deje de oír las risas de mis hijas al otro lado de la casa y el olor dulzón y amable de la felicidad que parece decir: date prisa en recoger todo esto, las pruebas de que una vez estuviste aquí, aunque por dentro, mientras sucedía, pensaras que la vida estaba siendo injusta contigo.

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