6/2/15

Abro la boca y me defiendo. Sucede así desde hace mucho. El que te esperaba frente al altar recuerda. La tenor maltrataba a Bach en solitario siguiendo la estrategia infantil de ‘esta es la mía’ que tanto mal ha hecho al mundo. Llegaste del brazo de tu padre. Un punto blanco avanzando por la nave de la iglesia como cuando las hadas van a ver a Bella Durmiente para ofrecerle sus dones, y el aire se llena de corrientes mágicas. Fue así. Nos casamos en dibujos animados. Cuando abro la boca sale una espada. Pero no pienses cosas raras, funciona como las máquinas de café, solo que a mí ya no me hace falta echar monedas porque la espada sale sola, cortesía autoimpuesta, supongo, para que me defienda de lo que no puedo comprender. Los niños no saben que habrá un mañana. Yo tampoco. Ni el de ahora ni el que te esperaba ese día y bajó dos escalones y respondió con una sonrisa nerviosa a tu padre cuando me dijo: cuídamela. ¿Lo he hecho? Ponte ahora detrás de mí porque empezarán a salir fantasmas de todos lados. Quieren nuestra memoria. Me niego a entregársela sin luchar. El que gane se lo llevará todo, como en la canción de Abba, the winner takes it all, the loser has to fall. Hubiera cambiado la tenor maltratadora por un piano blanco y una cantante sueca de dibujos animados. Mueren a miles. Les parto por la mitad. Arranco brazos, lenguas, piernas. Sus cabezas ruedan por el templo vacío. ¿Estás bien? No tengas miedo. En la puerta nos espera un Rolls Royce blanco, el mismo de aquel día, para que sigamos viajando.

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