7/1/15

El sol por la ventana, como uno más, después de comer, a la espera de algún milagro que tenga que ver más con lo que callamos que con lo que decimos. Un cronista malo diría: ‘la saga continúa’ o cosas por el estilo que produjesen ecos nostálgicos, premeditados, tan ociosos que dieran nauseas. Pero ese cronista hoy no estaba invitado. El sol es una lengua encargada de la alegría y nosotros somos las muelas que repasa por si en los intersticios quedaran restos que nos pudiesen matar a deshoras. El que planeó todo esto sabía lo que se hacía. Lástima que lo estropeemos con tantas palabras y ese ansia de lo sobrenatural, como si Dios fuese un bolsillo secreto en el cielo en el que meter la mano. Sólo es luz de invierno -débil y poco misteriosa, la verdad- y nosotros seres reflectantes que no saben cómo engañar a la solemnidad que se presenta después de ciertas comidas.

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