12/1/15

Al volver de vacaciones vuelvo a la mesa de trabajo, al ordenador negro que frente a mí parece decir: ‘¿y qué? ¿has visto lo que querías ver?’, en ese tono envidioso y condescendiente con el que un necio se dirigiría a Marco Polo antes de que le relatase alguno de sus viajes. Pero entiendo su pregunta y sé que es retórica y no espera respuesta, sólo un dedo que lo encienda para poner en funcionamiento el orden antiguo de la rutina. Después abro el primer cajón y es como ver la fosa común en la que acaba la vida de las cosas. Supongo que ellas también tendrían sus preguntas y sus recriminaciones, pero la muerte les quitó la curiosidad. Estoy aquí. He vuelto, grapadora, cinta de celo, vaso de los lápices, teléfono feo, funda de las gafas, rotulador azul y rotulador rojo, botella de agua, luz fría de este techo cuadriculado, ventanal, reflejo, fuente apagada del patio de la entrada, desconocidos que vais a fumar, antena amarilla de Televés en el margen superior derecho del trozo de cielo que me fue entregado en depósito. Sí, he vuelto, aunque no sé si he visto lo que quería ver.

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