15/12/14

Mireia vio que los auriculares del expositor estaban desordenados y con los cables liados. Como estaban a su altura los ordenó: el azul, luego el verde, luego el rojo. Un empleado de Mediamarkt la vio y se acercó. Muchas gracias, le dijo. Mireia se puso colorada y vino a refugiarse a mi lado. Lo que has hecho, le dijo el chico de la camiseta roja, no lo hace mucha gente. Yo mientras le pasaba la mano por el pelo muy despacio y la miraba orgulloso por lo que acababa de hacer. Me hizo pensar en el orden natural de las cosas, ese que figura en la cabeza de cada uno y que va cambiando según su propia concepción del mundo. La mayoría de los auriculares que ordenamos los adultos no reciben felicitación ni son percibidos por nadie, sólo por ese ruido que escuchamos dentro y que no sabría calificar, quizá la sorda o aguda idea del bien que nos acompaña desde que nacemos. Me da pena que crezca y no vuelva a escuchar la voz de cualquier dios (lleve camiseta roja o no) recompensándola por sus acciones. Se tendrá que conformar con su propio ruido dándole las gracias. Ojalá se parezca en algo a cuando mi mano bajaba por su pelo.

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