3/11/14

En la comida vimos dos o tres pájaros. Creo que llevamos yendo tantos años sólo por verlos mientras comemos. Mirad, les digo. Cuando mis hijas eran pequeñas, el imperativo iba acompañado de un dedo extendido que apuntaba y también del movimiento de sus brazos festejando lo inusual de ver pájaros volando en un centro comercial. Su expresión ha ido cambiando desde el asombro hasta el asentimiento automático. Un milagro repetido deviene en costumbrismo: es la historia de cualquier vida. Aunque por ser mis hijas (por esa fe estúpida en la genética) me permito sospechar que mantendrán siempre una respuesta de guardia por miedo a que desaparezca el recuerdo de ellas mismas mientras los veían volar.

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