24/11/14

En la caja pone ‘hoy’. La abro. Hay una corona de espinas envuelta en papel de seda. Mi acosador es elegante. Concilia estilo y dolor. Quizá sea un mensaje. Quizá me diga: no llores, no inventaste nada, piensa en los emperadores que vieron morir a miles de hombres, piensa en un amanecer lleno de cadáveres ante el que ningún fauno sería capaz de tocar la flauta. Con la corona en la mano busco un espejo. Sé que es domingo y que está nublado, esa información les corresponde a los que no reciben paquetes a media tarde y se conforman con rebañar la luz de una pantalla con la misma cuchara con la que rebañaban la cazuela de natillas de sus abuelas. Me coloco la corona sobre la cabeza y hago presión. Es de mi talla, es decir, me viene convenientemente pequeña. A la vez que la encajo veo caer los primeros hilos de sangre. Sonrío. Lo hago porque elegí mi drama entre todas las opciones que venían en el catálogo. Al no ser Jesucristo no dispongo de cruz ni de ladrones. Paseo por la casa con eso en la cabeza intentando no manchar nada. Miro un whatsapp, preparo una merienda, busco el resultado de un partido de ayer, cojo un libro y a las dos páginas comprendo que no es y lo cierro y me quedo muy quieto: quiero escuchar el ruido que hace el tiempo, pero cuando me paro se para. Creo que le gustaría que plantase un árbol en medio del salón y que me pusiera contra él a contar hasta diez con los ojos cerrados. Hide and seek con una corona de espinas en la cabeza. Está bien, juguemos.

1 comentario :

Anónimo dijo...
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