25/11/14

Como nuestra naturaleza es compleja el negocio consiste en simplificar. Algunos ejemplos básicos. Las televisiones actúan como esos traductores online, capaces de traducir a cualquier idioma El paraíso perdido de Milton en décimas de segundo. Versión dance, versión rapeada, versión con chistes fáciles, versión sin versión. Hay quienes se alegran de ese avance y se dicen para sí: ah, el progreso. Otros se lamentan. El sistema político funciona igual. Imprimen la versión googeliana de las obras completas del pensamiento y la recitan ante un micrófono. Nadie quiere pensar. Nuestros antepasados necesitaban estar alerta ante el ataque de las bestias prehistóricas. Descubrieron que pensar consumía una energía que necesitaban para la supervivencia. Extinguidos los velociraptors los peligros vinieron de sus propios semejantes. Algunos de ellos decidieron liderarles. Sé quién es el enemigo, vive allí abajo, acabemos con él. Incluso la libertad es compleja. Nada se salva. El ideal de vida sigue siendo el que tenían nuestros antecesores ante el fuego con el estómago lleno y alguien que les acariciaba la mano antes de dormir. Menos mal que algunos no se conformaron y decidieron pintar las paredes de sus cuevas y desarrollar lenguajes y hacer ritmos y sonidos con piedras y trozos de madera tallados para celebrar la complejidad y la belleza de la vida, derrochando así una energía que les ponía en peligro a la vez que les salvaba.

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