2/10/14

Hoy ha sido un día algo raro.
Desde por la mañana me dolió la espalda.
Pensaba en las últimas páginas de la novela,
lo que avancé el lunes y luego borré.

Creo que el tiempo hace lo mismo:
avanza a trompicones y luego borra,
utiliza la tecla negra de la flecha
que apunta a la izquierda
para que desaparezcan días enteros
hasta que consigue
desconcertantes épocas de luz blanca.

Ya digo que ha sido un día raro.
Escribí un poema del montón
y lo puse aquí: el de las pelusas
de la Virgen románica. Luego el tren
y unas páginas de Ngugi wa Thiong’o
que me hicieron reír. Uno que se opera los ojos
y se los agranda para ser los ojos del dictador,
otro que luego se opera las orejas y se las agranda
para ser los oídos del dictador.

Hace un rato que he cenado. Nuria me dio una pastilla
para la espalda, pero parece que la rareza
siga insistiendo y lo mezcle todo: el embrión
tembloroso de la novela
y la tristeza de lo que hacemos
por agradar a nuestro propio dictador.

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