26/10/14

El solar del gitano es una anomalía topográfica. En primer lugar porque no sabemos si en el bloque color mantequilla sucia que parece ser la casa vive alguien o sólo es almacén para posesiones de más valor que no quiera que se echen a perder con la lluvia. El resto de mercancías están fuera: los neumáticos, los palets, piezas de motores que se intuyen desde la verja, antenas parabólicas y restos de baños y griferías que los fogonazos de sol se encargan de elevar a la categoría de tesoros. Pero no sabemos si vive allí y si de hacerlo, de ser alguien orgánico rodeado de toda esa prebasura, se trate de un gitano. Lo pensamos por prejuicio y por asociación a otros escenarios en los que de niños lo vimos, cuando abundaban en Madrid los descampados aún no colonizados por la fiebre del ladrillo y los centros comerciales. No hace mucho que La Vaguada era una ciudad sumergida de casas de uralita y madera cubiertas con lonas de color azul y verde oscuro. Vista desde arriba parecía una ciudad azteca que hubiese resistido el embate del tiempo y continuase allí plantada como homenaje a la contradicción. Recuerdo las pancartas cuando pasábamos en coche: ‘La Vaguada es nuestra’. Sólo faltó instaurar la costumbre de pararse, tirar una moneda y pedir un deseo; convertir la desigualdad en una Fontana de la esperanza. Idealizamos el territorio porque quizá sea el elemento más científico de nuestra vida, el tapete verde para nuestros juegos de cartas. El polaco Stasiuk dice que vivimos tiempos en que la existencia se reconoce por el movimiento, por el cambio de sitio, por la cinética, por no tener que llegar a ninguna parte ya que basta con dar vueltas. Lo idealizamos tanto que al ver un solar no urbanizado pensamos que sea un error de los mapas, una anomalía que el ojo es capaz de detectar porque a la fuerza le han entrenado en la dictadura de la utilidad. El solar del gitano es un espacio vedado a los amantes de los parques temáticos. Debería tener un cartel informativo a la entrada para avisar a los posibles visitantes: ‘Reino de la Singularidad. Prohibido el paso’. Y cuanto más lo pienso más envidio su mundo, sus exclusivos Masters de Soledad y los de Escuchar el Viento y los de Lo que Pasa cuando No Pasa Nada y todas las enseñanzas magistrales que ya sólo se imparten en universidades así.

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