23/10/14

El fútbol y la realidad aplazada.


Borges odiaba el fútbol. Decía que si el día tuviese más de veinticuatro horas quizá llegaría a interesarle. Se murió sin decirnos cuántas debería tener, un número aproximado, aunque quizá se refería a jornadas de cien horas en las que al final sobrase tiempo para seguir con la vista una pelota que rueda sobre un campo. Creo que se trata de eso. Ciertos partidos de fútbol consiguen crear días extendidos, momentos artificiales en los que la realidad se aplaza. El fútbol es una ficción, un relato cíclico que nos acompaña durante la vida y en el que uno se puede ver reflejado en sus distintas épocas. De pequeño iba con mi padre a muchos partidos porque él escribía crónicas para un periódico deportivo de Valencia. Íbamos al Bernabéu y al Calderón cuando aún no existía Nike y la gente fumaba mucho. Lo que más me impresionaba era la humareda sobre el campo cuando encendían los focos. Creo que el fútbol es esa emanación que se condensa sobre las cabezas de los hombres y que dura hasta que se apagan las luces y se vacía el campo. Durante todo ese tiempo no hay muerte ni viejos ni jóvenes ni insuficiencias hepáticas ni más dolor que malgastar la cuota de gloria que has apostado íntimamente y que esperas que te devuelvan tus jugadores. La tribuna de prensa del Calderón tenía unos tableros de madera que se plegaban. Los periodistas escribían allí con un ojo puesto en el juego y otro en la libreta. Pero no me gustaba. Me llamaba más la atención lo que pasaba alrededor que lo de abajo y quizá siga siendo así. Prefiero los alrededores porque en su distancia se aprecia mejor el espíritu de lo que somos, ‘lo humano’, si no sonara tan cursi y nos condenara a quedarnos con una visión que suena mística y engañosa. La misión narrativa del fútbol es fabricarnos una intrahistoria en la que el tiempo actúe de forma no convencional. En eso se parece a los demás relatos y a la fantasía y a los imperios majestuosos y frágiles que suele construir nuestra imaginación como dudosa recompensa por haber vivido.

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