23/10/14

Aravaca tiene un cementerio muy pequeño. En realidad hay chalets cerca cuyas parcelas son mayores. El cementerio de Aravaca es una casa abandonada en la que viven cerca de ochocientos muertos, casi todos de la época de la Guerra Civil, fusilados del bando nacional por los republicanos. El boom inmobiliario se comió la paz que tuvo un día. Le colocó a pocos metros un Burger King y un edificio bajo de oficinas. Los que trabajen en la última planta verán las lápidas. Al principio les chocaría: remover el azúcar del café un lunes viendo todo eso. A buenas horas acepté esta oferta, pensaría más de uno. Aunque luego, con el tiempo, todo se convierte en parte del paisaje, a todo se acostumbra la vista y todo lo calma o lo borra. En la acera de enfrente, unos cientos de metros más allá, hay un restaurante de carnes a la brasa. No es un chiste. Supongo que los muertos son inmunes al olor a carne quemada que el viento les traerá de vez en cuando. Cuando pasas al lado en coche sólo ves una tapia blanca y una puerta de hierro forjado coronada por un arco de medio punto. Podría ser una casa de campo de los años cincuenta, cuando aún no había llegado la furia inmobiliaria y la zona eran descampados y huertos de las afueras de Madrid. Ninguna ciudad sabe cómo comportarse con sus muertos.

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