15/9/14

El lenguaje de las banderas no ha evolucionado desde la Edad Media. Seguimos creyendo que esos trozos de tela, normalmente rectangulares y sujetos a un palo por el lado más corto, representan fielmente lo que somos, nuestro territorio físico y emocional, nuestro pasado y todo el odio que la tela pueda albergar respecto a la del vecino que un día se meo en nuestro jardín o nos miró mal cuando salía del garaje. Existe la Academia de la Lengua que, según tengo entendido, funciona como una botella de suero conectada al brazo del idioma. Debería existir una Academia de las Banderas, una institución que actualizase su uso y significado hasta tal punto que su único horizonte posible fuese la extinción.

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