21/8/14

No hay mejor perfume que el de un libro que ha pasado por muchas manos y luego regresa junto a otros y se queda quieto una temporada hasta que alguien lo vuelve a coger. La biblioteca de Pozuelo huele a todo eso cuando camino despacio por sus pasillos repletos. Los libros que no he leído funcionan igual que la costilla de Adán de la que hablaba ayer. Se trata de tocar la hendidura y que los dedos te transmitan el informe completo de la necesidad. Narrativa francesa actual editada en España por tres locos. Novela alemana del siglo pasado. Japoneses. Escritores del Este. Vengo con la estúpida pretensión de encontrar frases como: los hombres duermen en lo negro de la noche. Con gusto reescribiría el Libro del Génesis. El escritor, viendo que el hombre estaba solo le arrancó un trozo de su carne y con él inventó una historia. Antes de la salida del sol, a cambio de su hueco, le dejó sobre el jergón un libro que olía a todas las manos del mundo. Me resulta inevitable acercarme un libro a la nariz. Los nuevos sólo huelen a imprenta, a plástico de retractilar que los mantuvo secos en la humedad de una nave, esperando como soldados con náuseas antes de un desembarco. Los de una biblioteca huelen a todas las historias circulares vividas entre sus páginas. Nada más emocionante que una pequeña mancha de café en un vértice, encontrada de pronto al margen de la formación geométrica de palabras. El escritor, viendo que al hombre no le bastaba con las exóticas aves imaginadas en su honor, decidió crear un nuevo paraíso del que nunca nadie fuese expulsado.

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