22/8/14

Con el tiempo es inevitable cogerle cariño a todos los que alguna vez nos prometieron una ínsula. Ya sea por autocompasión o por la simple tristeza de las cosas que se quedan atrás, al referirnos a ellos tendemos a utilizar ridículos vocativos en ese monólogo imaginario que usamos para comunicarnos con lo que fuimos. Oh Destino, ¿por qué me pusiste a aquel gordo infatuado que se movía como los personajes de Molière a los que les suenan las monedas de oro al caminar? ¿Por qué tuve que convivir con él más de un año escuchando sus sandeces a cambio de llevar dinero a casa? Su pensamiento más alto era reconocer su pasión por las mujeres, con la misma excepcionalidad del que confiesa ser amante de cierta micro fauna polinesia en extinción. En el manejo de ese tono teatral reside un extraño placer por el patetismo. Seguro que Sancho disfrutaba relatándole a su mujer las burlas recibidas en Barataria. Todos lo hemos sido, soportando la necedad de alguien o siéndolo para otros. Los recuerdos son campanas fabricadas para pueblos de un sólo habitante.

No hay comentarios :