22/8/14

No dejan de llegar noticias de los demás a nuestro castillo construido a base de retales de chapas que se calientan con el sol. Lo que asumimos como fortaleza es a sus ojos hazmerreír,
igual que cuando el punto de vista se invierte y somos nosotros los que observamos el suyo. Personas que habitan espacios recalentados con paredes que tiemblan.
Las estaciones se ponen en fila para el vituperio,
una tras otra,
cada una defendiendo la fiereza de su round mientras caemos en la lona a cámara superlenta.

Durante el combate creemos estar a salvo porque hemos confiado la vigilancia del castillo a un cuerpo de guardia formado por:
-un mono vestido de rey.
-tres arañas.
Inconscientes de nuestro dolor, cantan. Las canciones del anochecer, las de cuando estamos lejos.

Así está programado.
Así funciona.

Y sin embargo no dejan de llegar noticias de los otros, cartas bordadas a máquina con corazones de sangrado fácil, facturas de hechos que ya vencieron, condecoraciones a la infamia, acertijos mareantes, bromas pesadas, dilemas, folletos explicativos que dejan bien claro que no fui yo, números de tómbolas sin premio, selecciones de poemas malos, fotografías de dragones dormidos junto a coches que nunca fueron flamantes.

La voz polvorienta de la vida exigiéndonos
su carne
y su agua.

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