31/8/14

Es una pena que Darío III no tuviera Instagram. Me gustaría ver sus fotos ahora, mientras desayuno, añadiéndole corazones a las que más me gustan mientras bebo café como se bebe los domingos, más despacio. Quizá dentro de algunos siglos, la maquinaria del entretenimiento nos ofrezca por fin una experiencia del tiempo simultánea, haciendo que todos los personajes de todas las épocas convivan en un presente que funcione como una sala encantada llena de espejos y puertas: el mundo sería durante un momento ese almanaque infinito que siempre hemos imaginado. Las fotos de los utensilios de bronce con los que Darío III se cuidaba la barba. Sus caballos antes de ser ensillados al amanecer. Un criado abrillantando la pechera de su armadura. Su plato con huesos de cordero. Su plato con islas de vino alrededor de una tajada de carne de ave al final de un banquete. El día que huyó de Alejandro. El día que fue traicionado y capturado por los suyos. Todas las fotos de su muerte. Sus funerales. Su barba ya lacia reposando sobre el pecho. La cuenta de Instagram del último rey persa. Doy otro sorbo al café. Creo que todos nacimos demasiado pronto.

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