2/9/14

Todo lo que no sabemos se llama septiembre. Se compone de los accidentes orográficos que hay en la parte del mapa que estaba doblado. Al abrirlo irán apareciendo las líneas que en la sombra se cubrieron de algo similar al oro o a un metal dormido como el que se va formando por dentro de los párpados al cerrarse. La interpretación que hagamos de esas líneas poco importará. Sólo la aventura de mirarlas, de saber que están ahí como las millas náuticas que anteceden a un barco, nos situará dos pasos por detrás del precipicio. Nos gusta ponerle nombres raros a lo que no sabemos. Creo que al hacerlo nos desposeemos infantilmente de la tragedia. Decir septiembre se parece mucho a acariciar a un perro que nunca será nuestro.

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