25/7/14

Conviene que el dolor fermente antes de ser consumido. Sabremos que lo ha hecho cuando deje de doler. Cógelo y lo miras al trasluz. Todos esos hilos dorados son venas secas por las que antes corría el veneno. No tengas prisa. Hasta que el dolor sea apto puedes conocer otras culturas emocionales, su gastronomía, su Historia. No te rías al subir en sus funiculares ni menosprecies la costumbre de poner plantas en las ventanas. No pidas pulcritud ni seas tan necio de pensar que sólo hay un mapa. Mira y aprende. Piensa que durante el viaje tu dolor seguirá fermentando, construyendo una autovía paralela a tu camino vecinal por la que algún día viajarán millones de personas. Te lo cruzarás en aeropuertos, en estúpidas fiestas de la cerveza, en monólogos de hombres que se cepillan los dientes frente a un espejo y dicen estoy solo, en piscinas donde los cuerpos flotan alegres demostrando que la vida no es más que una comedia ligera escrita por un ciego con la piel demasiado quemada por el sol.

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