17/6/14

No digas alma. Cuando lo dices suena a casita de chocolate en la que colgar las cabezas disecadas de tus sentimientos. Y tú al lado, posando para una foto que nadie hará, sonrisa nerviosa del que no ha dormido en días, ¿qué droga tomaste para creer que tal casa existía y que debías permanecer allí, anfitrión solitario de los pájaros que entran a picotear las paredes? Mejor no lo digas. Mejor busca otra solución que no implique palabras, porque ya lo dijo el niño que iba de un planeta a otro: son fuente de confusión. Te aburrió su historia. El niño resultó ser un anciano parlanchín de sexo flácido con esa benevolencia enlatada que los curas de provincias tanto ensalzaban esperando que, tras su lectura, te pasara a ti lo mismo. Pero no pasó. Llegaste game over al milagro. El chocolate que desprendían sus pensamientos sabía igual que el de la casa de los sentimientos disecados. Mejor di otra cosa, o no digas nada. El silencio es el mejor sicario.

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