los días del mundo

Es que me caes mal, le dijo su amiga como razón para no invitarla a su cumpleaños, más cuando había estado durmiendo en nuestra casa como invitada y también en los recientes cumpleaños de Mireia, que siempre mantuvo con ella una relación tan cercana que nada hacía pensar en este desenlace. Pero los hilos que crecen entre ciertas personas no aseguran nada ni ofrecen más garantías que las del instante. En estos casos agradezco que mi hija disfrute de un espíritu fuerte que le hace sobrevolar adversidades que para otra niña de su edad supondrían quizás un drama. Hablé con ella antes de cenar. La conversación duró sólo dos escenas de la serie de Disney Channel que estaba viendo. Hay gente que te quiere y gente que no te quiere, le dije. Ya lo sé, contestó sin quitar la vista de la pantalla. Mi frase fue acompañada de una caricia a lo largo de su brazo, tan suave y corto que en ese momento me resultó imposible que fuese rechazado por nadie, junto con el resto de su cuerpo y su forma de hablar y también esa risa que cuando se presenta no te permite mantenerte al margen. Todo ese conjunto había sido rechazado con una sola frase que se quedaba ridícula a su lado. Imaginé a un vendedor de relojes a la puerta del templo de Petra, intentando comprender el sentido de esa belleza que intentaba hablarle tras la piedra rosa tallada mientras él manoseaba el plástico de las correas en un afán de defenderse o decir: yo también poseo algo, no me intimidas aunque no te comprenda. Me quedé tranquilo pero contagiado en parte de la decepción que debe sentir ella, por mucho que su fortaleza le diga lo contrario. No quise entrar en detalles y alargar la conversación aportando pruebas personales de mis fracasos y desengaños en el sector de la amistad. Me hubiese sentido como el miserable que dice a gritos en el cine el nombre del asesino antes de que acabe la película, un mendigo de gloria que utiliza la oscuridad como arma. Todo eso vendrá solo sin mi intermediación ni la de nadie. Es la vida la que lo produce a mansalva en cada una de sus fábricas.