13/3/14

Todo acaba en un rectángulo blanco que no existe. Las palabras lo van llenando. Nací. Observé. Cometí tantos errores como pude. Canté para que se fuera el miedo. Estuve solo y después vino alguien. Pude comprobar la diferencia de sonidos que emitía el mundo en ambos casos: en el primero, algo diez octavas más grave de lo que es capaz de apreciar el oído humano, una pasta espesa de color negro que tiene por objeto solidificar el aire si te expones quieto a su escucha. Variaciones aéreas, en el segundo, de una melodía hecha de carne traslúcida, parecida a cuando miras al sol a través de tu mano e intuyes el color de la sangre que riega tus dedos.