10/3/14

A la primera de cambio las sombras se tumban en las laderas. Tantos años haciéndolo y siguen mostrando esa alegría infantil de mirar al cielo. ¿Qué hemos hecho de bueno? ¿Cuál será nuestro valor cuando seamos contados uno a uno en esa otra tierra inimaginable? La tarde se llama tarde por la hora en que llega. Por esa razón la vida debería llamarse igual. Pero volvamos a las sombras que se estiran en la hierba y a los parques abandonados que conservan en reposo los objetos con que los civilizaron: papeleras, farolas, carteles de no pisar, glorietas que guardan en el suelo las marcas que dejan las ruedas bobas de la vida. Dentro de poco se irán esos cenicientos antihéroes de la luz que juraron atravesar la Tierra de la mano. Se extenderán hasta morir y yo apagaré el ordenador pensando que les debo algo: unas monedas tiradas al vacío o estas palabras de obituario anticipado escritas por un extraño.