10/3/14

Me gusta pasear contigo. No sabemos el nombre de los árboles. Siento que nuestra ignorancia se ve protegida entre los dos, acurrucada como un tesoro que nos hubiese encomendado un animal con voz: llevadlo juntos y seréis fuertes. Al llegar la primavera siempre nos surge la duda de nombrarlos, pero enseguida nos damos cuenta que sería una trampa. Decir castaño resultaría deshonroso. Casi como si ellos nos llamasen humanos blancos solitarios y felices. Aunque nos hace gracia la idea de ser definidos por ellos a coro. En Barcelona paseábamos mucho. 1999. El cielo era un precinto brillante de algo por venir. Cuando había viento se combaba como una carpa de boda que espera a los invitados. Sonaban muchas músicas. Algunos de los que las tocaban habrán muerto. Otros no. Pero no pensemos en eso. Sigamos paseando para que se desplieguen las telas inmensas que cubren la desnudez de la vida.