3/3/14

Convencido de que bailar con mis hijas tiene más sustancia que cualquier verso de Philip Larkin, me entrego a dignificar la idea que tienen de mí o la que tendrán pasado el tiempo y recuerden esta tarde insignificante de invierno escuchando canciones pegadizas y a su padre exhibiendo pasos trasnochados de robot, fiebre del sábado noche o paseante de la luna, todos ellos revisitados con torpeza en honor a la joven Taylor Swift, que parece flotar en sus vídeos hechos en California y empaquetados al mundo para que olvidemos que llueve, que tenemos más años de los queridos o que ciertos movimientos de cintura serán reprochados mañana cuando el sentido común se ponga sus gafas de leer esquelas mientras desayuna y chasqueando la lengua desapruebe nuestra forma de celebrar que estamos vivos.