20/2/14

No me gusta la palabra Humanidad. Imaginar a toda la especie humana pasada, presente y futura comprimida en una misma idea resulta un intento hipócrita de aplicar una gruesa capa de barniz a nuestra verdadera naturaleza. Humanidad me lleva a pensar en millones de personas mirando al cielo a la vez, en gente con capas vaporosas que se ondean gracias a un potente ventilador fuera de plano, una imagen cercana a esos vídeos de grupos tecno de los ochenta en los que la retórica de los sentimientos quedaba muy por encima de la función básica de hacerte bailar. Humanidad es algo que da asco, una masa complaciente de voluntades fáciles de dirigir. Esto lo hacemos por el bien de la Humanidad, aunque luego no sepamos valorar las consecuencias de ese fulgor místico que nos puede llevar a construir armas de destrucción masiva o nuevas religiones digitales que anulen a las personas. Debería haber algún sitio en el que poder borrarse de la Humanidad. Marcar la casilla de no quiero / no me interesa. Desaparecer de un conjunto que suena a polifonía de ángeles, a estadios llenos de monjas, a olor a libro viejo, a mensaje de póster de amaneceres que yo nunca pedí.