18/2/14

Como un pastor que come pan duro y es feliz, pienso en tu nombre. Qué suerte ser un desconocido que mastica en paz, lejos del ruido de columpio que hace el mundo en febrero o de las tartas nupciales que están siendo decoradas en algún lugar sin nuestro consentimiento. La crema es obediente. Pero yo no. Ni me conformo con la caída ondulada de las letras que te nombran: estás viva. Quiero una flauta y osos que bailen entre las encinas. Quiero un coche que escupa plata al andar pero que no le dé importancia. Y un tesoro quiero que nunca encuentre. Y ovejas que lo sepan todo sobre poesía inglesa del siglo XVII sin haberla leído. Y sobre todo, un incendio que se parezca un poco a ti.