25/2/14

Javier,
Cada vez que leo un artículo tuyo tengo la sensación de que no eres el mismo que escribe esas novelas que tanto me gustan. ¿Tanta diferencia hay entre tus narradores y el Javier Marías público que expresa sus opiniones en la última página del dominical de ese periódico que ya no compro? De verdad que no lo entiendo. Ni eso ni tu constante estado de rabieta contra casi todo. Tienes una posición privilegiada. Eres uno de los escritores españoles que más vende. No sé si tanto como el espadachín, pero por ahí debes andar. Tu nombre siempre suena a los Oscar de la literatura. Un año de estos pasearás por la alfombra roja y leerás un discurso de treinta folios que seguro que ya tienes medio escrito. Te quejabas este domingo de que la piratería empieza a llegar a los libros. Deberías tomártelo como un halago. Fíjate en mí. Sólo tengo publicados dos libros de poesía y ni se pueden bajar de Internet. Como he vendido tan pocos a veces les mando el pdf a los que me escriben preguntándome dónde los pueden comprar. Yo qué sé, a lo mejor en ningún sitio, mejor se los envío por mail y así no se marean los pobres. La poesía no debería ser objeto de comercio, de ahí mi permisividad a que los documentos viajen alegremente por la Red. ¿No lo hacían así los juglares que quizá se sintiesen pagados con un poco de vino y rebañando un muslo de pollo? Tengo una mala noticia, Javier. Tus novelas son maravillosas, muy inspiradoras, pero si no las hubieras escrito el mundo seguiría siendo lo que es, nada hubiera cambiado. Y qué decir de mis poesías: divide el impacto de tus libros entre un millón y empezarás a acercarte. Recuerdo que el editor de mi primer libro me mandó un cheque de 2,85€ por las ventas de ese año. Fui a un Caja Madrid para cobrarlo y me dijeron que no me lo podían dar en metálico, que tenía que abrir una cuenta. Yo no quiero abrir ninguna cuenta aquí, sólo quiero mi dinero, les dije muy ofendido. Salí de la sucursal blasfemando contra el banco mientras todos los empleados seguían a lo suyo: otra prueba más de que nuestro paso por el mundo es engañoso y débil y no deja mucho rastro. En la puerta rompí el cheque en varios trozos y me fui a casa a seguir escribiendo. Creo que las cosas han cambiado desde que empezaste a publicar. Los grandes padres de la literatura ven extrañados este cambio de ciclo. Más que extrañados, con miedo. Lo que les ha costado dos años escribir acaba en un epub que va pasando de lector en lector. No digo dueño, porque no lo tiene. No somos dueños de nada. Son palabras que alguien escribió y que pasan a otros por un efecto eléctrico o químico o vete a saber por qué magias que acaban convirtiendo las palabras en hilos que se extienden por el mundo para alumbrar algo. A estas alturas de la carta seguro que los de la SGAE ya se han rasgado las vestiduras. Me da igual. Esta visión es excesivamente romántica y huele a comunismo naif, pero creo que tiene una opción de engendrar algo nuevo. Muchos no pueden permitirse hoy pagar veintipico euros para leer tu último libro, pero, ¿no crees que el dinero no debería ser un obstáculo para que disfrutaran de tu visión del mundo? Si la literatura cierra filas en torno a la única idea de convertirse en mercado creo que hay algo que estamos haciendo mal. No te enfades. Esto sólo es la opinión de uno de tus lectores y de alguien que también escribe y que le da pena que te conviertas en un cascarrabias que desprende amargura. Repito: vendes mucho, eres un privilegiado, te traducen a no sé cuántos idiomas, hasta eres rey de un reino imaginario, ¿qué importa que pierdas un 12,8% de ventas y que en años sucesivos tu agente te diga que la previsión es que ascienda a un 14,3%? Tienes la fortuna de poder vivir de lo que escribes. Los demás tenemos que escribir con una mano mientras con la otra realizamos inciertos juegos acrobáticos para sobrevivir. Pero no podemos llorar porque nadie nos obliga a hacerlo. Un paquete de quinientos gramos de lentejas es más importante que cualquiera de las novelas que podamos escribir. Te pido disculpas si algo de lo que he dicho te ha ofendido. Nada más lejos de mi intención.
Un abrazo,
Luis