3/2/14

Funciona así. Pasado el luto se tolera la verdad, las palabras que se acercan a lo que fue esa persona. A medida que el tiempo pasa es como si su presencia se deshiciera y sólo quedara un tapiz deshilachado que se guarda por lástima en el sótano de un museo al que ya nadie irá. La muerte no acaba con nosotros en dos días. Conlleva, para los que siguen vivos, un proceso mental de descomposición de nuestra imagen. Hasta que alguien llega y nos dice: tus días se fueron, y con ellos lo tuyo, lo que tocaste, el olor que dejaste queriéndolo o sin querer en todas las cosas. Antes no, pero ahora ya puedo hablar. No estás, pero yo sigo aquí y debo juzgarte sin miedo a que aparezcas y contradigas mis palabras. Por eso hablamos bien de los muertos cuando creemos que todavía están, que no se han separado del todo de sus abrigos, y en los espejos, al pasar, parezca que quede la amenaza de los secretos que se llevaron. Esta técnica se llama supervivencia y no es ninguna infamia puesto que vinimos al mundo con ella.