17/2/14

Es posible que la única referencia aceptable que consigamos del mundo sea lo que sentimos. Esa construcción sentimental nos lleva a juzgarlo todo en base a la idea que tenemos de nosotros mismos. Los que nos rodean no se quedan al margen de esta inercia que todo lo simplifica y que nos hace colocar sobre ellos una plantilla torpe, obsoleta y probablemente equivocada para comprender cómo son y qué les hace iguales o diferentes a nosotros. Tantos siglos de evolución para seguir comportándonos como animales ciegos en un bosque, obligados a palpar la corteza de los árboles con sus garras para establecer su lugar en el misterioso espacio que les tocó vivir.