13/1/14

Ya es la segunda vez que los veo. Quizá se conocieron trabajando hace uno o dos años. Ahora estaban comiendo. Uno frente al otro en la mesa alargada y blanca de la sala que hace de comedor. Entre las dos tarteras había una revista que ella iba hojeando despacio. No hablaban. Creo que en este caso está justificado decir que una luz tranquila de invierno entraba por las ventanas frente al bosque. Él miraba también la revista. Cuando pasé a su lado juraría que la estaba leyendo aunque estuviera al revés. En el trozo que separa el comedor de mi despacho venía pensando en lo que enseña el amor. La mayoría, cosas extrañas. Cosas que no podrías contar ante un micrófono en un estadio lleno. O por lo menos yo no me imagino ante esa multitud diciendo: el amor nos enseña a leer al revés. ¿Quién me creería?