19/1/14

Escribir no te permite saber quién eres sino quién estás siendo. Creo que es más importante lo segundo, aunque suene más pequeño. También creo que los problemas de identidad que tienen muchas personas a la hora de agruparse emocionalmente en torno a una idea de nación se acabarían si escribiesen. Yo no soy español en el sentido literal de la palabra, o por lo menos no me adscribo a esa marca generalista que obliga a llevar en la mochila una generosa ración de melancolía imperial, la infravaloración de mí mismo respecto a otros ciudadanos europeos y la necesidad de gritar cuando me junto con más de tres personas en la calle. Prefiero pensar que soy de donde voy recordando, de donde voy llegando, una tierra no necesariamente real que me ha visto crecer, equivocarme y cambiar. No hablo de que mi patria sea la infancia. Ese pensamiento deja fuera muchas cosas que han sido importantes y se sitúa a la altura de la nostalgia decimonónica de la que hablaba antes. La escritura, más allá de ejercicio de libertad y creación, supone la determinación en la búsqueda de una identidad personal. No hacerlo puede suponer que ese hueco sea llenado con la de otros. O con folclore. O con nacionalismos. Un millón de personas no serían capaces de montar juntas un mueble de Ikea. Es imposible. La construcción de una identidad nacional muchas veces es similar a ese momento en el que abres la caja de cartón y empiezas a leer las instrucciones mientras otro abre la bolsa en la que vienen los tornillos. Siempre habrá alguien que diga es así, esto va aquí, déjame a mí, tú no te enteras de nada. Si construyésemos desde pequeños nuestras identidades personales no serían tan importantes las colectivas. Una sociedad de Estados unicelulares con identidad propia. Sé que suena demasiado utópico pero creo que es hacia donde va el futuro (el táctil y el no táctil) y nos ayudaría a que todo fuese más razonable. Escribir es reflexionar. Escribir es elegir la bandera de uno mismo y saludarla cada mañana. Es saber quién estoy siendo ahora y en qué medida lo soy con los que tengo cerca. Pero sobre todo me hace conocer mi pasado en perspectiva. Sé que hay un hilo. Si tiro de él puede que algún día sepa por qué soy todo eso que soy: un país raro que se va formando con palabras.