27/1/14

Creo que no hay dos formas iguales de atravesar el tiempo. Si tomo como ejemplo las tres personas con las que vivo, podría asegurar que la carrera no solo no sucede en la misma pista sino que lo hace en planetas diferentes. Tendemos a pensar que una familia es un ente orgánico cuyas células se desarrollan a la vez. Desayunar juntos no asegura nada. Tampoco concentrar la vista en una misma pantalla. El tiempo es un desconocido intransferible que callejea por dentro de cada uno: el diario que escribe antes de acostarse acaba creando una especie de cultura de la existencia. Poco más sabemos de él, que es distinto según el cuerpo que lo atraviesa. La fuente de todo acercamiento y de toda distancia se basa en esta percepción. Nos une y nos separa la curva de una gráfica que no trazamos nosotros: la vida se encarga, y lo hace a la manera de esos coches de las atracciones que siguen un carril por un circuito. Los niños que se sientan al volante sonríen porque creen que conducen ellos. En ese instante les alimenta una mentira tan necesaria como la respiración.