18/12/13

Tengo una gasolinera. No pertenece a ningún grupo petrolero en concreto. Para llenar ese vacío encargué un luminoso con mi cara. Lo enciendo de noche. Las luciérnagas lo entienden como una aberración más de la naturaleza, algo del mundo que deben soportar. Por esta carretera no pasa nadie. En junio un coche fúnebre ardiendo. No paró. En agosto, nada. En octubre, tampoco. Va a terminar el año. El que trae los refrescos me regaló un calendario de 2014. No sé qué hacer con él. Lo he dejado sobre el mostrador. De vez en cuando paso la yema de los dedos por la portada para ver si siento algo especial. Tocar el futuro es como tocar el pasado: la piel patina igual. Tengo una gasolinera con un reclamo luminoso que no atrae a nadie. Cuando la radio se queda sin pilas escucho el viento. Cuando no hay viento escucho mi respiración y hasta el pulso de mis órganos, ese ruido con el que un desconocido parece empeñarse en que siga viviendo.