29/12/13

Nadie cree que sea higiénico contarlo todo. La primera persona siempre empuja a los demás cuando se encienden los focos. Yo estuve. Yo vi. Pero hay cosas que es mejor dejar pasar, que se vayan como los árboles cuando vas en coche. Vendrán otros que harán olvidar a los que quedaron atrás. Nadie preguntará ni los comparará mirando dos fotografías, una en cada mano, aparentemente iguales. Lo que pasó en una habitación de hospital, en una cama, el día que naciste y te contaron, en una calle de noche cuyo nombre pertenece ahora a todo lo que desaparece bajo el polvo del tiempo. La primera persona carraspea, se aclara la voz, comienza a juntar palabras para que la escuchemos sin respirar. Pero todo lo que diga será en contra nuestra. Por eso duele menos decir: él se bajó del coche y entró en la casa, ella cogió su mano y comenzó a llorar. Nadie sospechará nada. La distancia salva. O fue M. o J. los que iban en ese avión, gente a la que conocimos, no yo, no me juzgues a mí. Puede que se parezcan a nosotros, que hayan vivido cerca, casi una existencia paralela, fantasmas que se sincronizaron con nuestros pasos y nos siguieron sin que pudiésemos evitarlo. Yo no estuve allí. No hablé. Fue otro el que me pidió que contara. El camino alternativo de los que dicen por boca de otros, gente que da la impresión de querer escapar por un agujero del decorado para hacer que todo sea distinto. Os contaré algo. Y cuando empiezan a escribir desaparecen.