11/12/13

Fragmento de Un grano de sal en la lengua del tiempo.

"Muchas noches mamá ya dormía cuando yo entraba en la habitación; ni se quitaba el antifaz negro de las jaquecas para decirme entre dientes que me pusiera el pijama y me lavara los dientes. No había beso de buenas noches, solo un pellizco blando y lento en el brazo que me daba a entender que estaba cansada o que se encontraba muy lejos de ese cuerpo tumbado. Yo entonces le hacía caso y sin hacer mucho ruido me ponía el pijama y me cepillaba los dientes frente al espejo ovalado del baño que tenía dos sirenas pintadas en los lados. En esos momentos pensaba que aquellas dos mujeres pez sabían por qué mi madre no me había besado y también todo lo que había hecho cuando yo no estaba. Como ya no puedo preguntárselo a ellas te lo pregunto a ti, porque sé que lo sabes y has decidido jugar a ser ciego, a que respete tu amnesia voluntaria sabiendo que también será la mía. A lo mejor mi madre te pedía precisamente eso en la carta: no le cuentes, que no sepa, cierra la boca y no hagas que persiga una tormenta inútil. Pero, como tú dices, ella está muerta y, sí, la voluntad de los muertos acaba por no contar, por mucho que nos empeñemos y ante ellos digamos: así será, no te preocupes; y después les ayudemos a que hagan el tránsito. Puede que hasta les bajemos los párpados, pero lo haremos pensando que ya no están y no podrán recriminarnos nada. Los ojos de mi madre están cerrados, pero los míos todavía quieren ver. Necesitan mirar lo que hubo detrás."