5/12/13

Bajo del tren, atravieso un bosque pequeño y llego al edificio de oficinas. El enigma de la vida sólo es abordable en los tránsitos. Pondré un ejemplo alegórico. Imaginemos que mi existencia fuese entendida como una compañía ambulante de circo. Mis manos están posadas en un volante de gran diámetro. Conduzco el remolque de los acróbatas italianos. La carretera no se muestra ni generosa ni parca en entretenimientos: es una extensión funcional de asfalto que no fue concebida para la creación de emociones estéticas, pero la mirada las inventa incansable y te tira de la manga para que juegues a las variaciones y transformes la realidad en un alimento personalizado. No importa que te encuentres a menos de tres horas de la ciudad desconocida que te espera ni que hayas dejado atrás otra que ahora sólo es una cama revuelta y luz desplomada sobre las sábanas. No sé si te estoy liando más. Piensa ahora en el bosque pequeño entre la estación y las oficinas. Piensa en un camino de tierra cubierto por la escarcha. Mis pies o los tuyos circulan por allí de camino a sus ciudades nuevas. Desconocer la dimensión del enigma hace que la longitud de cualquier tránsito resulte insuficiente.