8/12/13

(A mi amigo S.)

Anochecía. El cielo estaba anaranjado y todo eso.
-A veces pienso en cómo sería mi vida si trabajara para una banda.
-¿Una banda?
-Sí, ya sabes. Llevar un arma automática de fabricación rusa en el coche. Matar por dinero. Tener una televisión de ochenta pulgadas en casa y ningún libro.
-Yo también lo he pensado alguna vez.
-Quizá todo fuera más fácil. No haría falta estar pensando todo el rato en el dinero y en lo de hacerse viejo.
-No creo que sea tan difícil matar. Esperas a que salga, apuntas y ya.
-Llevaríamos chaquetas de cuero. Beberíamos más de la cuenta. No sé si tendríamos ganas después de hablar de las cosas que hablamos ahora.
-¿A qué te refieres?
-Al tiempo que hace que nos conocemos, por ejemplo. ¿Veinte años? El tiempo es algo extraño cuando lo miras pasar de golpe.
-Los asesinos no piensan en esas cosas.
-¿En qué piensan entonces?
-En el momento de matar, sólo en eso.
-Pues deben ser jodidamente felices.
-Habrá de todo. Ningún oficio te asegura nada.
-Pero matar a alguien por dinero te ahorra juicios morales. No lo haces porque estés loco ni por venganza. Es un trabajo por el que alguien te paga.
-Visto así todo el mundo pertenecería a una banda.
-No lo hacen por miedo a acabar muertos o en la cárcel, no porque piensen que esté mal.
-En cualquier caso no creo que ni tú ni yo fuéramos buenos asesinos.
-¿No te da rabia pensar en todas las cosas que ya no puedes ser?
-¿A qué te refieres?
-Hacerse mayor es ir eliminando opciones. Llega un día en que tú mismo te descartas de todo, incluso de imaginar que podrías ser un asesino: salir de un coche con el tacto frío de un arma en la mano, caminar veinte pasos y apretar un gatillo. Puede que nunca lo hagamos pero es una mierda no poder pensarlo.
-Ya, entiendo lo que dices. Pero elegimos otras cosas, o simplemente vinieron y coincidió que estábamos aquí. La vida es eso. Estar aquí o estar allí.
-Por ahí vienen tus hijas.
-Con las tuyas.
-Sí, será mejor que nos metamos en el coche. Hace frío ya.