21/11/13

Uno de los próximos libros se llamará La consecuencia de leer tanto. En un género que todavía no sabría definir muy bien contaré la historia de un hombre que se pasó la vida usando jabón líquido para lavarse las manos: miles de litros comprados en envases individuales o bien en botes más grandes con los que después rellenaba el cacharro del lavabo. Usaba indiscriminadamente marcas que le recordaban a su infancia junto con otras de hipermercados que prometían idénticos resultados a mitad de precio. Después de tantos años lavándose las manos llega un día y se muere. No deja ninguna prueba que asegure que en algún momento se vio tentado de fabricar su propio jabón líquido de manos. No llevaba un diario ni se encontró ningún vídeo, grabado en un momento de debilidad, en el que confesara tales planes ante una cámara. En narración paralela contaré la historia de otro hombre que se pasó la vida leyendo libros. Los amontonaba en muebles cuyos estantes se iban combando con los años, también en el trastero los apilaba protegidos ingenuamente dentro de cajas de cartón al lado de bicicletas que con el tiempo iban haciéndose cada vez más grandes. Después de una vida dedicada a la lectura llega un día y se muere. La tarde después del entierro la familia hurga en sus cajones y revuelve los papeles de su escritorio. Unos esperaban encontrar títulos de acciones. Los más soñadores, escrituras de pisos en París de los que nunca se hubiese hablado en las comidas familiares y que ahora estuviesen dispuestas a cambiar de dueño. No encuentran nada de eso. Sólo folios y más folios (unos amarillentos, otros no) llenos de palabras que ninguno de ellos piensa leer.