20/11/13

Una mujer espera un ascensor y piensa en el presente. Un hombre, a su lado, piensa en el pasado y en cómo será el cuerpo desnudo de la mujer que está junto a él mirándose una uña, limándola con la cara interior del pulgar en un gesto de coquetería más que de manicura, ya que la cara interior de su pulgar no es rugosa ni fue concebida como herramienta. El hombre hace un recuento apresurado de las mujeres que ha visto desnudas hasta la fecha. Doce, veintitrés, ocho. Utiliza el pasado como un archivador de cajones oxidados que un funcionario de rostro pixelado abre y cierra con dificultad. La mujer es real. Está en su jardín. No tiene prisa. El hombre es un animal imaginario que aprendió nociones básicas de galantería en un tutorial de YouTube que se llamaba Arte de amar para serpientes con alas. El locutor era un descendiente ecuatoriano de Ovidio llamado Jimmy. Hola, soy Jimmy, ok, y les voy a mostrar hoy en este tutorial todo lo que tienen que saber los hombres que nacieron con cuerpo de serpiente alada para conquistar mujeres, ok, vamos allá. La mujer se encuentra confortablemente aislada en su jardín. Ella no necesita unicornios habladores que le conferencien. Su jardín se podría llamar El jardín del presente o Reales Jardines del Presente, si es que ese día necesitase distinción. Aunque lo dudo. Es el hombre el que, junto a ella, se encuentra lejos y sin estrategia, perdido en las galaxias deficitarias de su cultura, en alimentar su linaje sexual y en disimular ese insoportable sonido de tren antiguo que producirá hasta que se muera. El ascensor llega. Las puertas se abren. Luego se cierran. Sus vidas dejas de ser nuestras.