19/11/13

Un hombre mira un grifo y piensa en la muerte. No lo hace por la analogía del agua que de pronto deja de caer. Tampoco se entrega a la nostalgia de imaginar en toda la que cayó antes ni dónde estará o quién la utilizó. Sólo es un hombre que mira un grifo y piensa en la muerte, como nos enseñó Pessoa. Entrad como si fuera vuestra casa, algo así dijo o dejó escrito. Los poetas convierten su obra en la lista de la compra de los que vendrán después. Formas de entrar en la muerte. Podría ser un producto, algo manufacturado y hermoso que se pusiera a la venta junto al pan de molde. Con su consistencia. Mi mano se hunde en la miga de la eternidad. Mullidos consejos para la última estación. Pero nunca sabremos por qué el hombre que mira un grifo piensa en la muerte. Los hilos se esconden. Sobre ellos circulamos los acróbatas con nuestras mascotas de papel en brazos. Qué desfiles tan largos para nada. Lo imbatible de la muerte es la idea. Épica en el núcleo. A su lado La Ilíada es una guía telefónica. Un hombre mira un grifo y no le hace falta tocarlo para que esa idea tienda sus filamentos a lo largo de la casa y ocupe el espacio que la vida reservó para sus otras cosas: los montones de colores ordenados, siestas en selvas, compases de tres por cuatro y flores carnívoras que saben que la deglución es la verdadera y única casa del amor.