15/11/13

Se había olvidado de bajar la persiana. Se dio cuenta cuando vio su cabeza con el capuchón de cuero negro reflejándose en el cristal. Le gustaba chatear así, escuchando Estudios de Chopin, el nº3, tan manido y a la vez tan inalterable en su elegante zancada que parecía abarcar en unos pasos lo más intocable de la existencia: jardines vallados en mundos a los que difícilmente se accedería desde este si no es con el trabajo paciente de una pala y la fe ciega de los que saben lo que quieren y no temen acabar de barro hasta la cejas. ¿El camino elegido por él llevaba la misma dirección? Chopin callaba. Ninguna respuesta tras una nota escondida. Ningún silencio musical tan evidente como para confundirlo con la premeditada congelación de un instante por parte de un ser con el poder necesario para hacerlo. Sólo fuga. Las luces del router wifi comenzaron a parpadear. Conexión perdida, decía la pantalla. Desde que murió su mujer no encontraba razones para ponerse ropa adecuada y acudir a locales en los que conocer a alguien. Le parecía más íntima la trama de los nicks herméticos y las salas con humedad de mazmorra en las que uno simplemente se sentaba en círculo y gritaba. Placer y dolor jugando un juego tan antiguo como el horizonte. Chopin le seguía la broma y hacía lo que podía. El Estudio nº6 parecía más apto para las confesiones, pero allí abajo nunca tenía lugar la epopeya del encuentro a la manera clásica: nadie la necesita para conversar en un sótano con normas de etiqueta que podrían pertenecer al siglo doce y en zonas de Europa que únicamente recibían dos horas de sol al día.
Bajó despacio la persiana al tiempo que las luces del aparato recobraron la normalidad. El incidente podría relacionarse con los baches de un avión cuyo pasaje es alertado en plena noche con la señal encendida de los cinturones mientras la voz adormecida de una azafata dice en inglés que no ha pasado nada. Al bajar la persiana imaginó que iba en ese avión. Alguien le filmaba desde fuera. La escena final de una película intrascendente en la que un avión se voltea treinta grados para comenzar el descenso.