15/11/13

Me han regalado un año de vida en el país de los papeles rojos y azules que cuelgan del cielo. Tengo esta carta que me mandó el departamento de relaciones institucionales del Rey Crimson. Aparece mi nombre bien claro (lo señalo con el dedo) y el motivo de mi presencia aquí. El monarca quiere que le escriba una canción. No es que haya fundado el país de los papeles rojos y azules que cuelgan del cielo para eso precisamente, quizá la idea fue posterior, como cuando acabas de comerte un flan y sin saber por qué te pones a pensar en elefantes de película en blanco y negro. Desde mi llegada no he dejado de recibir muestras de hospitalidad por parte de la gente que trabaja para el monarca. Dije un caballo y tuve un caballo. Dije cigarrillos y me regalaron esta tabaquera china y un encendedor de Tokio 1964, ¿cómo sabían que eran mis olimpiadas favoritas? Me asignaron una estancia tranquila y me dejaron descansar. Cuando me aburro de dormir salgo a la explanada y me siento en el suelo. No se me da muy bien imitar el sonido del viento cuando escribo pero vendría a ser un uuuuhhhhoouhhh que se cuela en la cabeza y va subiendo por unas escaleras de caracol cuya existencia sinceramente desconocía. Después me tumbo y me concentro en los crujidos y las sombras que producen los papeles rojos y azules que cuelgan del cielo. No entiendo mucho pero diría que suena a papel manila. Nadie del equipo de Crimson me advirtió que esta postura me haría volver automáticamente a la adolescencia. Es cierto. Ojalá alguien pudiera hacerme ahora mismo una foto desde arriba para ver qué aspecto tengo y poder recordarme dentro de equis años cuando muera y, dos minutos antes, diga: la cajita; y unas manos me tiendan la caja de las fotos para que pueda decir antes de irme: sí, estuve aquí. Crimson ha dado orden de que nadie me moleste. Debe tener ya muchas ganas de escuchar por fin su canción.